Seguramente has sentido alguna vez ese chispazo, ese momento en el que te viene una idea de golpe e, inmediatamente, quieres ponerte a escribirla. Literalmente (a nosotros nos pasa) se te acelera la circulación y el corazón te late más rápido mientras una especie de cosquilleo alegre te recorre el cuerpo.
¿Verdad que te ha pasado?
(Por favor, dinos que es verdad y que no somos los únicos locos)

Cuando te pasa eso, lo sabes: acabas de tener la idea para una nueva novela.
Pero, claro, ¿cómo comenzar a hacerla realidad? ¿Qué podemos hacer para que esa chispa no se apague y el proyecto o la idea no termine en la carpeta de «cosas inacabadas», pues aquí vienen Geòrgia y Fer a darte 5 consejos para que eso no ocurra:
1. No te pongas a escribir de inmediato

Una novela no es un plato que metes al microondas y ya. Una novela se cuece a fuego lento, es un guiso de abuela, uno que pones a fuego lento y que requiere de pasos previos para que esté delicioso. No tengas prisa.
Por tanto, respira hondo y permite (en esos momentos de tranquilidad previos, por ejemplo, a la siesta o en los momentos de espera en el metro o en la consulta del médico) que la idea toque fondo no sólo en tu corazón sino también en tu cabeza.
2. Hazte muchas preguntas

Básicamente, conviértete en el fiscal del distrito. Hazte todas las preguntas que se te ocurran acerca de esa idea, como si fueras tu peor enemigo. Eso no quiere decir que todas las preguntas valgan, pero cuantas más te hagas, más concretas serán y, cuanto más concretas sean, mejor vas a ir afinando qué necesitas para contar tu historia.
3. Apúntalo todo

Este consejo es de Perogrullo pero es muy importante para que tengas claro tu proceso de pensamiento y no te pase eso de «¿cómo he llegado a esta idea?». Sabemos que hay que tener una libreta a mano (o el móvil con su app de notas, que somos muy digitales nosotros). O también un whatsapp con uno mismo al que mandarse mensajes. Pero la libreta es mucho más que para apuntar ideas: es para apuntar nombres, para hacerse esas preguntas que hemos dicho en el punto 2 (prueba a responderlas a mano y por escrito. Te sorprenderás), para llorar también por escrito o para hacer dibujitos. El solo hecho de abrir la libreta (o las notas del móvil, o el archivo o el documento dedicado a esa idea) debe producirte esa misma chispa que la idea. Si no, es que hay algo que falta o que sobra.
Y, sobre todo, tacha. Tacha todo aquello que no te produzca el mismo cosquilleo que te produjo la idea primigenia (pero no taches lo suficiente como para no ser capaz de leerlo después. ¿Quién sabe? A lo mejor a medida que vas enlazando ideas, esa que descartaste al comienzo, de pronto, se convierte en fundamental).
4. Lee sobre y de aquello acerca de lo que quieras escribir

Si te gusta escribir es más que obvio que te gusta leer. Y casi nos atreveríamos a decir que eres antes lector o lectora que novelista. Por tanto, si esa idea primigenia que te ha producido escalofríos se acerca a un género o estilo determinado, si tiene una ambientación determinada (o, incluso, aunque no tengas claro nada de eso), lee novelas o consume productos audiovisuales que te recuerden a lo que quieras escribir o que creas que transmiten aquello que quieres transmitir.
No sólo te van a dar ideas sino que vas a aprender cómo lo han contado otras personas y, de ese modo, poder tergiversarlo para que tu novela sea lo suficientemente original. En muchos casos, creemos que estamos descubriendo el fuego cuando resulta que el fuego lo descubrió alguien a quien no conocemos mucho tiempo atrás. Es importante saber el terreno en el que vas a querer moverte y no hay nada como leer el propio terreno como para conocerlo.
Y, entonces, desviarte.
5. Habla de tus ideas

No te las guardes. Verbaliza. Verbaliza en alto todo lo que puedas. Escúchate. Escucha a otros. Créate un grupo de confianza en el que compartir todo esto, gente que pueda decirte que esa idea está muy vista o que ese camino que quieres tomar es horroroso. También gente que te diga lo maravillosa que eres, por supuesto, que aquí nadie viene a darse palos. Pero sé critica contigo misma. Permite que los demás (con cariño) lo sean. Por eso no vale hablarle a todo el mundo de la idea que tienes. Primero, porque puede que no le interese. Y, segundo, porque cada uno de nosotros sabe con quién puede compartir todo esto. Y si no lo tienes, pasa este punto 5 al punto 1 porque, al final, escribir es algo largo y solitario que es mejor hacer en compañía.
Y, entonces, una vez todo esto esté colocado, quizá puedas ponerte a escribir.
O no.
Quizá sea momento de planificar en detalle, o de seguir dándole vueltas. Eso tendrás que decidirlo tú. Simplemente recuerda que una buena idea sólo se traduce en una buena novela cuando la tratas como un guiso a fuego lento y te pasas dándole vueltas con el cucharón todo el tiempo del mundo.