En un universo prácticamente como el nuestro, donde también hay galaxias, estrellas y planetas unidos por la fuerza de gravedad, flota un puntito azul. Visto de cerca se trata de un planeta más o menos redondo, un poco achatado por los polos, con una luna que le sigue allá donde va. Este planeta se llama Tierra porque sus habitantes nunca se han molestado en buscarle un nombre más original.
Esta Tierra ha tenido una historia similar a la nuestra: empezó siendo una bola de rocas al rojo vivo que a medida que se enfriaba quedó cubierta por mares y océanos que le proporcionaron ese color azul tan característico. La vida apareció en forma de pequeñas bacterias que evolucionaron en organismos cada vez más sofisticados hasta que un buen día un simio pensó que quizá fuera práctico caminar sobre dos piernas.
En este momento la historia de ambas Tierras, la suya y la nuestra, diverge. En algún punto del árbol evolutivo esos simios tan listos aprendieron a usar las energías naturales a su alrededor, lo que ellos decidieron llamar el Vínculo; lo que nosotros llamaríamos la magia. Con el Vínculo controlaron los elementos: el Fuego, el Agua, la Tierra, el Aire y otras fuerzas que todavía no comprendían, como sus propias mentes o las ondas de luz y sonido.
Como era de esperar, estos simios que se llamarían a sí mismos «humanos» se expandieron por todo el planeta. Se formaron las primeras civilizaciones y, como consecuencia, también se fraguaron las primeras guerras, a las que sucedieron nuevas culturas, y vuelta a empezar. En definitiva, a pesar de su pequeña ventaja, seguían siendo como nosotros, así que a día de hoy su Tierra y la nuestra se parecen bastante. Incluso, la casualidad a veces quiere que se parezcan mucho.
Sobre un continente situado en el hemisferio norte de esta Tierra se extiende un país pequeño pero feroz conocido como Nylert que, como la mayoría de países de este y cualquier otro mundo, ha tenido una historia larga y sangrienta. Casi en su centro geográfico se encuentra Blyd, la capital. Es un día caluroso de principios de octubre de 1945, muy temprano, y un curioso aparato volador (lo que nosotros llamaríamos un zeppelín y ellos, por razones lógicas, un aéreo) se acerca perezosamente a la ciudad…
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